Cuantas veces hemos escuchado la palabra autoestima, y cuántas veces la hemos utilizado en forma banal, o contrariamente, en forma reflexiva.
A mi modesto entender, la autoestima comienza en el autoconocimiento o autoconcepto: raíz-madre de todo un proceso que relaciona el ser individual con el ser social.
La familia constituye el tronco fundamental de toda sociedad y tutor particular en donde arraigamos nuestras nacientes raíces.
Pero, fundamentalmente, el eje rector alrededor del cual giramos desde que nacemos.
Es ahí, en el seno familiar, en donde podemos encontrar, muchas veces, mártires, dictadores o una combinación de ambos.
Nuestros mayores pueden inculcarnos la idea "de que nunca has apreciado todo el sacrificio que hicimos por tí", "que hemos hecho para merecer lo que nos haces" (mártires) o bien estas frases "no sirves para nada", "harás esto porque yo lo digo" (forma dictatorial).
En fin, infinidad de "frases látigo" que marcan nuestra piel interior sobre la que vamos construyendo la idea de nuestra propia valía.
"Dadme un niño hasta los 7 años y haré de él el hombre que será", decían los jesuitas.
En efecto, desde los primeros instantes de nuestra vida, en forma de percepciones primero y en forma de dictados después, se va tejiendo el entramado de nuestra conciencia.
Esa conciencia puede ser constructiva o, por lo contrario, destructiva.
El oír a nuestro mayores decirnos frases tales como "en que nos equivocamos contigo", pasamos a ser nosostros "la equivocación", dado que en la infancia y en la adolescencia no tenemos aún la capacidad de procesar por nosotros mismos los mandatos paternos.
La palabra de ellos funciona como ley.
La misma atención, aunque parezca más cruel lo constituyen las voces dictatoriales que se levantan con su dedo acusador, reduciéndonos al tamaño de una hormiga que puede ser fácilmente aplastada.
La anteriormente dicha frase "no sirves para nada" es a mi entender aún más destructiva en nuestro todavía fragil autoconocimiento.
Porqué? Es simple su comprensión: la autoestima se construye a través del autoconcepto, y uno de sus pilares es la valoración externa, que comienza con nuestros primeros referentes: nuestros padres.
Los otros pilares lo constituyen: la actitud o motivación (los incentivos que forjan, a la manera que el herrero forja el hierro al rojo) internos y externos, las aptitudes (elemento esencial que convenientemente motivado, hacen del niño el hombre que será) y, no menos importante (aunque parezca frívolo, nada más lejos) el esquema corporal que uno tiene de si mismo.
Pues sí, en estos tiempos que corren, en donde parece tener más sentido la belleza exterior, la imagen, por sobre lo interior, es muy difícil, cualquiera sea la edad del individuo (pero más en la adolescencia y juventud), no "claudicar" frente a los falsos mandatos erigidos por una sociedad cruel que impone un modelo inalcanzable para la mayoría, abriendo las puertas a enfermedades como la anorexia o la bulimia, que traen aparejados "la pérdida del combustible vital" para que la mente funcione correctamente.
Es por eso de extrema importancia, realizar afirmaciones para sanar la autoestima herida desde la infancia, para comenzar a ejercitarse en desaprender lo negativo que nos inculcaron...", y sanar a ese niño/a que quedaron escondidos y heridos en nosotros, e ir entonces reemplazando las viejas ideas que construimos, por otras.
Repetir estas afirmaciones con frecuencia es una manera de comunicarnos con nosotros mismos, de ayudarnos a adquirir seguridad y tener presentes nuestros derechos, tales como:
- Realizo mis elecciones y acciones con responsabilidad y sin temor.
- Solo yo decido el modo como utilizo mi tiempo, pongo límites a quienes no respetan esto, y hago acuerdos para combinar mi tiempo con el de otros sin someterme.
- Me aplico a mi trabajo con responsabilidad, pero si algo no va bien, no es porque yo sea un fracaso sino que todavía tengo que aprender más.
- Me hago responsable del modo cómo trato a los demás y evito repetir lo que a mí me hizo sufrir.
- Tengo confianza en poder resolver lo mejor posible cualquier situación.
-Aprendo a comunicar mis sentimientos y respeto los de otros.
- Cambio mis opiniones sin temor si me doy cuenta que no eran correctas.
- Soy una persona valiosa, capaz, creativa, y estoy abierta para cambiar todos los aspectos de mi vida.
Si una persona tiende a valorarse de esta manera se trasforma en el guía de su propia vida y está protegida de sentir culpas irracionales, de creerse incapaz, mala o inútil; de tener que complacer para ser aceptada.
Reflexionemos sobre esto!! Y hasta la próxima, mis amigos!!!!
Me gusta mucho como abarcas todo el tema y dan ganas de leerlo dos veces y saborearlo.Asi lo hice, antes de salir a visitar al ultimo paciente! Es una construccion la autoestima...es increible.Tambien los de nuestro entorno nos han convencido de nuestro valor a veces...las suficientes como para que lo sepamos conservar.Gracias Maria Marta!!por volver sobre ella! para que vaya en aumento!!!!! Besos, Male
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