viernes, 22 de octubre de 2010

Autoestima: de mártires y dictadores

Cuantas veces hemos escuchado la palabra autoestima, y cuántas veces la hemos utilizado en forma banal, o contrariamente, en forma reflexiva.
A mi modesto entender, la autoestima comienza en el autoconocimiento o autoconcepto: raíz-madre de todo un proceso que relaciona el ser individual con el ser social.
La familia constituye el tronco fundamental de toda sociedad y tutor particular en donde arraigamos nuestras nacientes raíces.
Pero, fundamentalmente, el eje rector alrededor del cual giramos desde que nacemos.
Es ahí, en el seno familiar, en donde podemos encontrar, muchas veces, mártires, dictadores o una combinación de ambos.
Nuestros mayores pueden inculcarnos la idea "de que nunca has apreciado todo el sacrificio que hicimos  por tí", "que hemos hecho para merecer lo que nos haces" (mártires) o bien estas frases "no sirves para nada", "harás esto porque yo lo digo" (forma dictatorial).
En fin, infinidad de "frases látigo" que marcan nuestra piel interior sobre la que vamos construyendo la idea de nuestra propia valía.
"Dadme un niño hasta los 7 años y haré de él el hombre que será", decían los jesuitas.
En efecto, desde los primeros instantes de nuestra vida, en forma de percepciones primero y en forma de dictados después, se va tejiendo el entramado de nuestra conciencia.
Esa conciencia puede ser constructiva o, por lo contrario, destructiva.
El oír a nuestro mayores decirnos frases tales como "en que nos equivocamos contigo", pasamos a ser nosostros "la equivocación", dado que en la infancia y en la adolescencia no tenemos aún la capacidad de procesar por nosotros mismos los mandatos paternos.
La palabra de ellos funciona como ley.
La misma atención, aunque parezca más cruel lo constituyen las voces dictatoriales que se levantan con su dedo acusador, reduciéndonos al tamaño de una hormiga que puede ser fácilmente aplastada.
La anteriormente dicha frase "no sirves para nada" es a mi entender aún más destructiva en nuestro todavía fragil autoconocimiento.
Porqué? Es simple su comprensión: la autoestima se construye a través del autoconcepto, y uno de sus pilares es la valoración externa, que comienza con nuestros primeros referentes: nuestros padres.
Los otros pilares lo constituyen: la actitud o motivación (los incentivos que forjan, a la manera que el herrero forja el hierro al rojo) internos y externos, las aptitudes (elemento esencial que convenientemente motivado, hacen del niño el hombre que será) y, no menos importante (aunque parezca frívolo, nada más lejos) el esquema corporal que uno tiene de si mismo.
Pues sí, en estos tiempos que corren, en donde parece tener más sentido la belleza exterior, la imagen, por sobre lo interior, es muy difícil, cualquiera sea la edad del individuo (pero más en la adolescencia y juventud), no "claudicar" frente a los falsos mandatos erigidos por una sociedad cruel que impone un modelo inalcanzable para la mayoría, abriendo las puertas a enfermedades como la anorexia o la bulimia, que traen aparejados "la pérdida del combustible vital" para que la mente funcione correctamente.
Es por eso de extrema importancia, realizar afirmaciones para sanar la autoestima herida desde la infancia, para comenzar a ejercitarse en desaprender lo negativo que nos inculcaron...", y sanar a ese niño/a que quedaron escondidos y heridos en nosotros, e ir entonces reemplazando las viejas ideas que construimos, por otras.
Repetir estas afirmaciones con frecuencia es una manera de comunicarnos con nosotros mismos, de ayudarnos a adquirir seguridad y tener presentes nuestros derechos, tales como:
- Realizo mis elecciones y acciones con responsabilidad y sin temor.
- Solo yo decido el modo como utilizo mi tiempo, pongo límites a quienes no respetan esto, y hago acuerdos para combinar mi tiempo con el de otros sin someterme.
- Me aplico a mi trabajo con responsabilidad, pero si algo no va bien, no es porque yo sea un fracaso sino que todavía tengo que aprender más.
- Me hago responsable del modo cómo trato a los demás y evito repetir lo que a mí me hizo sufrir.
- Tengo confianza en poder resolver lo mejor posible cualquier situación.
-Aprendo a comunicar mis sentimientos y respeto los de otros.
- Cambio mis opiniones sin temor si me doy cuenta que no eran correctas.
- Soy una persona valiosa, capaz, creativa, y estoy abierta para cambiar todos los aspectos de mi vida.
Si una persona tiende a valorarse de esta manera se trasforma en el guía de su propia vida y está protegida de sentir culpas irracionales, de creerse incapaz, mala o inútil; de tener que complacer para ser aceptada.
Reflexionemos sobre esto!! Y hasta la próxima, mis amigos!!!!

viernes, 15 de octubre de 2010

Ser libre a través del olvido del pasado - Tercera y última entrega -

Quiesiera compartir con ustedes la movilización que me ha producido la lectura de este libro.
Por supuesto que podría extenderme más: pero no se correspondería con el fin que promueve esta lectura: el pensar por nosotros mismos, sin ataduras, volviendo -como dijera en la primera entrega- a "mirar con ojos de primera vez".
Me quedó en claro que es posible la re-construcción de UNO MISMO, dejando de lado cualquier elemento, llámese social, religioso, ideológico, etc, que puedan seguir significando la continua puja contra las agresiones diarias que desgastan irremediablemente y terminan en una mente cansada, poca afecta al cambio, y con nuestro físico (que debe ser nuestro templo), hecho pedazos.
Si nuestro "viejo cerebro" sigue respondiendo a los patrones prescriptos...¿será posible un cambio total "en cada una de sus células"?
¿Existe la posibilidad de un microcosmos sano dentro de un macrocosmos contaminado?
Día tras día nos "sentimos" (porque así lo elegimos), bombardeados, por ejemplo, por los hechos de violencia del hombre, cualquiera sea su forma...
Y un rictus amargo se dibuja en nuestro rostro cuando pensamos que "no podemos hacer nada", porque nos sentimos impotentes al igual que ante un tsunami que se nos avecina.
Nos entregamos.
Pero esto es falso, porque es posible la acción positiva: ¿porqué? porque el cambio empieza nada más ni nada menos que en uno mismo .
Y si nosotros elegimos no ser violentos interiormente, la vida pacífica (que no significa la de un lama en actitud contemplativa, ni la vida de un eremita), que se traduce en una vida sin competencia, sin codicia, sin envidia y, sobre todo -y qué importante es esto- sin crear enemistades, comenzaremos a potenciar, paso tras paso, la revolución que realmente necesitamos.
Pero, para hacer esto posible, resulta imprescindible cambiar como primer paso; y para eso necesito ver dentro de mí , para poder así dilucidar cuál es la naturaleza y la estructura de mi relación con el mundo.
Es aquí que se nos plantea una cuestión de equiparación: el ver es igual a actuar.
El engranaje está en marcha.
No quiero dejar de mencionar otro factor importante: la energía.
¿Cómo la produzco?
Evitando las fricciones de cualquier tipo, pues ello nos "devora" este elemento tan esencial para la re-construcción, ya que necesitamos de una tremenda cantidad para:
1) Comprender la confusión en la que estamos inmersos.
2) Tener la vitalidad para investigar "lo que realmente tengo que comprender".
Se forma así un "círculo virtuoso" energía - comprensión - vitalidad.
Y que no nos amedrente el tiempo: tengamos la edad que tengamos, siempre es momento para llevar a una dimensión diferente el proceso de la verdadera vida.
Y no está demás resaltar que se debe tener cuidado al hacerlo, para no "tropezar" con la vieja costumbre de "adquirir información" acerca de cómo hacerlo, pues esta "adquisición nos vuelve a viejos patrones del condicionamiento, por mejor intención que tengan.
Quizás los llamados "libros de autoayuda" les hayan servido, seguramente, a los autores de los mismos...pero a nadie más.
Esto no singnifica -de ninguna manera- que nos cerremos al conocimiento y a la información, pero tomándola y respetándola como "otro punto de vista", y, com decíamos antes sin entrar en competencia.
Nosotros somos nuestros propios creadores y nuestras propias creaturas.
¡Enfrentémonos a nuestra propia vida!
Tomemos conciencia, -a través del aprendizaje de nosotros mismos- de que es posible encabezar nuestra propia rebelión contra los condicionamientos.
Y eso, mis amigos, constituye, nada menos, que el verdadero camino hacia la libertad.
Hasta la próxima entrega!

lunes, 4 de octubre de 2010

Ser libre a través del olvido del pasado -Segunda entrega-

A medida que me voy adentrando en la lectura del libro de Krishnamurti, me resulta difícil el evitar el "reflejo" de volver a viejos patrones del condicionamiento.
Rescato lo bueno de darme cuenta.
Y es por eso que -tratando de "evitar pensar en el elefante rosa", tarea ardua, pero posible al fin- es que quiero seguir compartiendo su estudio y mi opinión con Uds.
Sí, desde el llamado "uso de (la) razón" nos encontramos condicionados a diversos factores que hacen al "gran paquete" de nuestra "cultura particular".
Pero...¿hasta que punto caemos en la cuenta de este condicionamiento?
Y al pensar "debo liberarme de él" y como les decía al principio...¿no existe la posibilidad de caer en otra forma del mismo?
Krishnamurti nos plantea el quid acerca de cómo darnos cuenta si estamos o no condicionados.
Y nos brinda un ejemplo claro al explicar ésto a traves de una palabra: satisfacción.
Si nosotros nos encontramos satisfechos por ejemplo, de nuestra religión, no tendremos porqué rebelarnos contra ello.
Ahora bien: ¿y si no lo estamos?.
Aquí es donde nos sentimos presos de prescripciones pasadas.
Resultado: estamos viviendo en el pasado de los muertos.
Esto me recuerda una charla que tuve hace muy poco con un amigo muy querido a quien no veía desde hacía 30 años.
Como toda charla, empezó en forma casual y luego se fue profundizando.
Me gusta escuchar siempre el doble de lo que hablo y escuché con atención su punto de vista acerca de su parecer respecto del pasado.
Con su parecer empecé a comprender que, en muchas de mis actitudes, yo seguía viviendo, en algunos aspectos, en el pasado (aunque debo confesarles que mi primer actitud defensiva típica, fue la de la negación, pero era inútil seguir engañándome).
Pero por más que mi amigo refrendaba su postura de que, por el simple hecho  de traer ese pasado, ya fuera lejano, mediato o inmediato, a mi sentir de hoy, era totalmente nocivo, no alcanzaba yo a poner en claro mi presente, esto es, el poder ser libre hoy.
Y por eso quizás, no era todo lo feliz que merezco ser.
Sentí que era un primer gran paso en mi autoconocimiento...y sin condicionarme...por primera vez.
La lucha contra las prescripciones es, a mi modestísimo entender de novata en estas lides, hoy por hoy, diaria.
¿Pero podremos (¿podré?) algún día dejarnos (dejarme) fluir y terminar -sólo porque así lo deseamos y no lo "decretamos"- (y como les decía en mi entrega anterior) con la eterna lucha entre las partes y el todo?
La mayoría de nosotros caminamos por la vida a veces de forma distraída, o deprimiéndonos,  enojándonos...en fin, reaccionando...pero casi siempre de acuerdo con el ambiente en que hemos sido educados, adoctrinados.
Conclusión: somos "esclavos".
La pregunta del millón entonces sería: ¿cómo nos liberamos entonces?
Y quiero dejar para la próxima entrega una respuesta posible; y al leerla les pido que no se condicionen por ella.
Si, como los animales, afinamos nuestro "estado de alerta" (así como hace el sabueso que para las orejas y se detiene al oler su presa) ante el condicionamiento, caeremos en la cuenta de que el nexo con el pasado
se rompe (el esclavo rompe las cadenas) y estas prescripciones, como vinieron, se van.
Así, en forma natural.
Hasta la próxima entrega, queridos amigos!